LAS CEIBAS
Era un hombre muy pobre que tenía una caterva de hijos . Lo sorprendió la noche en el campo , lejos de su casa ; cansado, pero no queriendo volver sin llevarles algo de comer , se acurrucó a descansar un rato en el estribo de una ceiba. Se quedó dormido. Serían las doce, hora en que las ceibas caminan, cuando lo despertó un ruido. El ruido era un bulto negro, grandísimo que venía hacia él, que quedó muy quieto donde estaba, y que era otra ceiba que se acercaba .
Las ceibas saludándose :
- Malembe Nguei , Malembe Mpolo
- ¿ Kindiambo , kilienso guatuka nguei ? ( ¿ Qué hay de nuevo ? )
- Pues figúrate que yo vivo frente al palacio del alcalde -le dice la ceiba que va de paso a la otra, que empieza a mover las raíces para irse también de recorrido- y que el alcalde no hace más que llorar y llorar desde ayer, como si fuese una mujer, porque su hija, ¡ búta ndumba ! - muchacha bonita -, se le muere de una enfermedad que nadie sabe curar y que no tiene más que un remedio .
- ¿ Cual ? - pregunta la otra ceiba .
- Si la envuelve en una sábana nueva y la tiene tres horas sobre una paila de guarapo llena de leche hirviendo con canela y miel, tomando el vapor de esa leche, y rezan sakula musakula múnbansa musu kuenda sanga ntiba karidi fuyánde ... esa muchacha se salva .
- Es verdad - dijo la ceiba - Ese es el remedio . ¿ Y ahora , adónde vas ?
- Voy a ver a mi tía .
- Yo a mi hermana
- Buen lumbo ...
La ceiba no se había dado cuenta de que tenía a aquel hombre escondido en los estribos, porque cuando él llegó, ella estaba durmiendo. El hombre se fue muy calladito, sin meter ruido, pero había oído lo suficiente .
De noche las ceibas se despiertan a eso de las doce y salen a hacerse visitas, tienen sus tertulias y sus diversiones .
Esas se quedaron paliqueando hasta tarde, y el pobre, Kíangana, Kíangana, Kíangana, llegó al palacio de la alcaldía y esperó a la puerta hasta que aclaró .
Dijo que era un médico que no curaba más que a los enfermos muy graves, y el alcalde lo mandó entrar. "Si me curas a mi hija , te haré rico. Si mi hija se muere, mando que te tronchen la cabeza" .
El hombre vio a la enferma, rezó e hizo lo que había oído a la ceiba. ¡La muchacha sudando la gota gorda sobre la pila de leche hirviendo!. A las tres horas la llevó a la cama bien envuelta, para que no se enfriase. Cada vez respiraba mejor. Mandó abrir las ventanas , que no se abrían desde hacía muchos días. Entró el rayo del sol; la enferma abrió los ojos. Ya se curó.
El alcalde le dice al pobre: "Yo quiero que usted sea el que atienda a mi familia" . "Señor alcalde, yo no sé curar más que a los que no tienen cura" .
Lo metieron en una volanta, se la llenaron de dinero, y se apareció en su casa. Ahora... , ¡ a comprar de todo ! .
Por estas cosas raras, de la noche a la mañana se hace rico algún pobre.
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